Como cada año, el 17 de mayo se celebra el día mundial de las telecomunicaciones. Para muchos el día de internet.
El artículo celebra el Día de Internet reflexionando sobre el impacto profundo y positivo que la red ha tenido en diversos aspectos de la vida moderna. Se destaca que Internet ha revolucionado la comunicación, la economía, la educación y el entretenimiento, proporcionando nuevas oportunidades y facilitando el acceso a la información.
De hecho, todo apunta a que en breve, el principal medio de acceso a la red será el teléfono móvil. Tal día del año 1865, se fundaba en París la Unión Internacional de Telégrafos, más tarde rebautizada como de las telecomunicaciones. A la más antigua de las organizaciones de la ONU se le encomendaba garantizar el funcionamiento eficiente de las instalaciones mundiales, asistir a los países en desarrollo y extender sus beneficios a todos los ciudadanos del mundo. Entonces, ¿hay motivos para celebrarlo? Junto con el transporte, las telecomunicaciones son el soporte de los avances en la conectividad humana que han culminado en la llamada globalización.
Es aún pronto para valorar con certeza sus auténticas consecuencias, pues un cambio de esta envergadura requiere de una perspectiva de años; si bien, gran parte de lo que está por llegar se cocina en estos momentos. Algún autor como Eamonn Kelly le llama la década decisiva, pues bajo la aparente calma, subyacen las turbulentas tensiones que definirán el futuro. Podemos intuirlo tras el creciente debilitamiento del poder real de los Estados, que asisten impotentes a fenómenos que afectan a sus territorios, pero cuya génesis y resolución traspasa sus fronteras: ataques especulativos a sus finanzas, migraciones, ciber crimen organizado, terrorismo internacional…, que son sólo ejemplos de las dicotomías entre el poder teórico y la tremenda vulnerabilidad real.
Algo parecido pasa con muchas de las infraestructuras sobre las que soportamos nuestras amenazadas economías. Pensamos que sólo lo intangible será importante, pero la gran mayoría de los puentes que dan acceso a nuestras grandes ciudades fueron construidos hace 100 años y habrá que pensar en cambiarlos. Sí, existen tremendos logros y grandes oportunidades, pero también grandes amenazas. Ahora bien, nada de esto es nuevo para el mundo, y debemos saber mirar al futuro desde nuestro pasado: el despotismo ilustrado que llevó a la revolución francesa o los abusos de la revolución industrial que condicionaron los movimientos obreros del pasado siglo. Hoy vemos resurgir una nueva forma de despotismo, en este caso tecnológico, que comienza a ser contestado mediante movimientos apoyados en las redes sociales a modo de asalto virtual a la bastilla.
En cualquier caso, debemos celebrar el triunfo de las telecomunicaciones y de internet como la tierra de los nuevos enciclopedistas del siglo XXI. Es curioso que una enciclopedia, la Wikipedia, sea nuevamente el símbolo del poder emergente de los ciudadanos. Sean bienvenidos los nuevos Montesquieu, Diderot o Dalarbert, pero no olvidemos que aguardan soterrados los nuevos Robertpierres, que aflorarán si se permiten abusos como los perpetrados por los Maddock de turno.
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